Cuando la Masonería era operativa, la máxima autoridad en la misma era el Venerable Maestro, o arquitecto; si aumentamos la escala de la obra hasta la magnitud del universo tendríamos un Gran Arquitecto del Universo, un concepto “comodín” que no ofende las creencias de nadie y, sin embargo, en cualquier referencia al mismo cada cual puede ver privadamente reflejado su concepto de transcendencia humana.

El concepto de Gran Arquitecto del Universo en si mismo no es nada ni representa nada hasta que cada hermano privadamente decide reflejar en él quizás alguna divinidad de las centenas conocidas, quizás alguna nueva y desconocida, quizás un grupo de divinidades, quizás simplemente algún principio generador o la propia deidad humana para quien así lo quiera ver, todas las opciones son válidas en el fuero interno.

Insistimos en el “fuero interno” porque en Masonería ni se habla de religiones ni se habla de partidos políticos para no herir sentimientos de ningún hermano y para evitar discusiones estériles en las que es imposible avanzar racionalmente.

Posiblemente, como proyecto futuro, deberíamos aventurarnos a incluir que no se hable de equipos deportivos, pero incluir esta nueva norma requeriría poner de acuerdo a varios millones de masones, un trabajo ciertamente difícil.

Todos nuestros trabajos se elevan a la gloria del Gran Arquitecto del Universo, esto implica que todos pensamos que el hombre tiene alguna trascendencia; la única opción imposible de incluir bajo el paraguas “Gran Arquitecto del Universo” es la opción del ateísmo, aunque sea una creencia igual de respetable que cualquier otra.

Quien sea ateo y quiera ser masón debe saber que tiene opciones, aunque entre ellas no está la Gran Logia de España, ni ninguna de sus Logias.